La retribución de cargos intermedios en las cajas de ahorros

Ejercicio

Las cajas de ahorros españolas estuvieron durante años aquejadas de un problema, referente al nivel retributivo de los cargos intermedios. Muchos empleados cualificados rechazaban la posibilidad de ocupar cargos de responsabilidad, debido a que la compensación adicional no retribuía suficientemente —a su juicio— el esfuerzo exigido. Por ejemplo, el sueldo de un oficial de primera podía aumentar en unas 500.000 ptas. si era director de oficina o delegado, lo que, con frecuencia, le exigía cambiar su lugar de residencia. En muchos casos, aproximadamente entre el 85 y el 90 por 100 del salario total dependía de la categoría (oficiales, jefe de 5.ª, 4.ª, etc.), y sólo el restante 10 ó 15 por 100 del puesto desempeñado. En semejante situación, ¿qué tipo de personal tiende a ocupar los cargos sujetos a ese problema? ¿Cómo se ve afectada la rotación del personal? A largo plazo, ¿se puede generar algún proceso de autoselección, de consecuencias perjudiciales?

Análisis

En estos casos, se corre el riesgo de que los mandones vocacionales tiendan a ocupar todos los puestos. Quizá la rotación del personal tienda a sesgarse: saldrán los más trabajadores y se quedarán los de menor rendimiento (?). A largo plazo, el mantenimiento de una estructura retributiva tan igualitaria, e independiente, no ya sólo del rendimiento, sino del puesto desempeñado, puede generarse un proceso de autoselección, en el que los trabajadores de mayor rendimiento —o, al menos, los que prefieren una retribución basada en el rendimiento individual— tienden a salir de la empresa o a no ser contratados. La frase “de la mar el mero y de la Caja el Oficial Primero” reflejaba el sentir de los propios empleados sobre estos asuntos.
Un problema similar se plantea en el caso de los sueldos de los altos cargos políticos —no se habla aquí de ciertos alcaldes recién nombrados—. En casi todos los países, se les paga menos de lo que cobrarían en puestos ejecutivos de menor rango en el sector privado. No están claras las razones de que así se haga. Una posibilidad es que se les está pagando menos de los que sería deseable para incentivar a los mejores “directivos”. La razón habría que buscarla en una imperfección del mercado político: al electorado esas retribuciones le parecen suficientes porque son muy elevadas en comparación con los salarios medios.  Otra posibilidad es que una retribución baja es óptima porque anima a quienes no están interesados en ganar dinero, sino que les gustan los puestos políticos por su prestigio y relevancia social. Este segundo argumento es que funcionaría bien sólo si se dan dos condiciones: (a) que existan candidatos vocacionales en número y calidad suficiente —puede que los haya para Jefe de Gobierno, pero quizá no para Director de escuela—; y (b) que no se incentive sólo a los que tienen ansias de poder, quienes no son necesariamente los mejores para el pueblo.  Una observación final: En países con larga tradición democrática, la subida del sueldo de los cargos públicos es efectiva sólo si se anuncia antes y es efectiva después de celebrarse una nueva elección o nombramiento. ¿Se resolverían así las subidas vertiginosas de los sueldos de sus alcaldes que acuerdan algunos municipios inmediatamente después de celebrarse las elecciones? ¿Y la subida del sueldo del teniente alcalde para motivar el apoyo del “partido bisagra”?



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