Ejercicio

La tesis de la profesionalidad directiva de las empresas públicas suele tener numerosos defensores. Por ejemplo, se dice que:
El mayor lastre de las empresas públicas en España ha sido la falta de profesionales en sus cuadros y direcciones. Por ejemplo, todos los ex-ministros de Franco acababan en la dirección de alguna de estas empresas. Desde hace algunos años […] en el Instituto Nacional de Industria (INI) se está trabajando para la profesionalización. Con arreglo a los datos disponibles que barajamos actualmente, si se profesionaliza la gestión de la empresa pública, puede ser tan eficiente como la privada [1]


[1]  Declaraciones de Julio Segura, Catedrático de Teoría Económica y Director de la Fundación Empresa Pública del INI, al diario La Nueva España (11 de agosto, 1988).

Análisis

La respuesta tendría que basarse idealmente en un contraste de la evidencia empírica. Es dudoso que un dictamen imparcial coincida con el por entonces Director de la Fundación Empresa Pública. Los incentivos de los gerentes de empresas públicas posiblemente cambian mucho menos que sus apellidos o filiaciones políticas. No porque no se desee el cambio sino porque son inseparables de la naturaleza pública de la empresa. Si ésta nace para corregir al mercado o para aumentar el poder político de sus promotores, no se puede esperar que sea rentable de acuerdo con criterios de eficiencia propios del mercado, que serán sacrificados al logro de su fin básico. El que ello sea o no deseable es, a menudo, una cuestión política. Por lo demás, es una práctica común en todo tipo de organizaciones —y los partidos políticos no son una excepción— suavizar la jubilación de sus dirigentes. Dicha práctica facilita la renovación y no supone en muchos casos un coste elevado, pues al tratarse de puestos inferiores el cesado suele tener cualificación suficiente para el nuevo puesto. Quizá el error procede de sobrevalorar el contenido técnico de la alta dirección de empresas.



Volver