España ante su espejo nuclear

Cinco Días, 1 de marzo de 2024

Según la teoría psicológica del “espejo", nos molesta ver en los demás nuestros propios defectos. Similarmente, los españoles rechazamos la energía nuclear pero somos renuentes a sufrir cortes eléctricos si se cierran las centrales. Las metas del PNIEC son inalcanzables por los retrasos en almacenamiento y renovables, poniendo en riesgo los objetivos europeos. Las nucleares son imprescindibles mientras no contemos con capacidad para generar y almacenar energía renovable en la cuantía necesaria.

La 'teoría del espejo' de Jacques Lacan sugiere que nos irrita especialmente tratar con aquellos individuos con defectos similares a los nuestros, ya que presentan características que preferimos no ver en nosotros mismos. Igual que evitamos vernos desaliñados frente a un espejo, también tendemos a evitar a esa persona desagradable que guarda similitudes con nosotros mismos.

Quizá suceda algo parecido con la energía nuclear porque ésta también nos fuerza a los españoles a enfrentarnos con la amarga realidad de que, a menudo, nuestras preferencias resultan ser un tanto contradictorias.

Cuando a los ciudadanos españoles se nos pregunta si estamos en contra de la energía nuclear, la gran mayoría responden que sí. Es lógico. Asocian lo nuclear a la radiación, y nadie quiere arriesgarse a una fuga radiactiva que puede perjudicar su salud. Pero una gran mayoría se niega en redondo a quedarse a oscuras alguna noche a cambio de cerrar las nucleares.

La contradicción demoscópica es habitual y, dado que las respuestas dependen del formato de las preguntas, tiene una importancia relativa. Lo grave es que nuestros más importantes planes energéticos padezcan contradicciones de similar calibre. Por ejemplo, el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) 2021-2030 establece para este último año 2030, y tanto en el área de las energías renovables como en el de las infraestructuras de almacenamiento, unos objetivos que no sólo no se están cumpliendo sino que ya es imposible que se cumplan en ese año final.

En almacenamiento mediante embalses de doble bombeo, el PNIEC estima que sería necesario construir el equivalente a once GW nuevos para poder utilizar energía renovable diurna en bombear el agua hacia arriba, manteniendo así esa energía “almacenada”, con el fin de soltar el agua por la noche, generar electricidad y cubrir con ella la demanda nocturna.

Sin embargo, las subastas necesarias para acometer estos nuevos mecanismos de capacidad aún no se han realizado; y la ejecución de cada uno de esos proyectos requiere al menos un plazo de ocho años: cuatro años para tramitar las correspondientes autorizaciones administrativas y cuatro para construir la infraestructura.

Por su parte, la construcción de renovables en España también lleva un retraso de unos cuatro años, debido tanto a la paralización que supuso la judicialización de los parques construidos durante el Gobierno de Rodríguez Zapatero como al retraso en la adjudicación de nuevas licencias por parte de las actuales administraciones. Para alcanzar los objetivos fijados por el PNIEC en 2030, sería necesario que a partir de este año España instalara nueve GW nuevos cada año, algo que no parece estar al alcance de un país que, como mucho, instala tres o cuatro GW cada año. No existe en España una red de proveedores, ingenieros y técnicos suficiente para multiplicar por tres el volumen anual de nuevas instalaciones.

Son estas infraestructuras que no se han construido las que estaban destinadas a suplir la energía que nos suministran a los españoles las siete centrales nucleares que aún permanecen operativas en España. Sin esas nuevas infraestructuras, la única alternativa para cerrar las nucleares sería construir un nuevo parque de ciclos combinados de gas, lo que elevará las emisiones de CO2 a la atmosfera, con lo que España incumpliría los objetivos de emisiones fijado por la Unión Europea para 2030. Es justamente eso lo que va a hacer Alemania, que ha decidido construir diez GW de ciclos combinados para quemar gas natural, en gran parte procedente de Rusia. ¿Es ése el espejo en el que queremos mirarnos?

Las actuales plantas de energía nuclear, dotadas con las más altas garantías de seguridad, son una eficiente fuente de energía de transición. Como tal, nos permitirían cumplir los límites de emisión de CO2 fijados para el año 2030. Sólo será el momento de cerrarlas cuando hayamos construido las plantas renovables y los mecanismos de almacenamiento que requieren para suministrar electricidad por la noche. Mientras tanto, deberíamos contar con las actuales centrales nucleares, tanto por nuestro propio bien como por el bien del planeta.